Cuando la Selección Sub-20 viajó a Honduras, el sueño era clasificar al Mundial, pero estaban conscientes del escepticismo que había en el país sobre las posibilidades reales de conseguirlo.
Esto se hizo más palpable cuando El Salvador nos apaleó en el debut, pero luego las cosas se enderezaron y, al llegar el juego clave, había mucho más optimismo, a pesar de que el rival era México.
En una noche memorable los patojos ganaron y la alegría fue doble porque, al tiempo que avanzaban a Indonesia 2023, veían a un rival prepotente morder el polvo de la derrota.
El logro fue inigualable, lo que hace incomprensible que dos días después no hayan podido remachar la obra con la clasificación a los Olímpicos. Ganando 2-0 a un equipo inferior, creo que en la charla del descanso se les dio a entender que el trabajo estaba hecho, que se metieran atrás y le dieran el balón a los caribeños. Cuando nos dimos cuenta se perdió el boleto a Paris y también a los Panamericanos.
A pesar de todo pesa más lo positivo, porque no es fácil jugar tres partidos con tiempo extra y penales en solo cinco días, por lo que no hay reproches sino solo aplausos por habernos dado el regalo de nuestra segunda cita mundialista.
Este artículo también fue publicado en la sección de Deportes de Nuestro Diario el miércoles 6 de julio.