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Croacia

Carlos Muralles
Carlos Muralles
5 min de lectura

El entrenador Zlatko Dalic dice que el éxito de Croacia es su fe en Dios. En un país eminentemente Católico no es extraña esta afirmación, pero el “ayúdate que yo te ayudaré” se hace realidad en este equipo de futbol, que a la par de sus oraciones también pone el trabajo, la disciplina y, por supuesto, el talento de sus jugadores.

Croacia no es una potencia económica, militar y nuclear como Francia, pero sus jugadores vivieron de niños los horrores de la guerra en la década de los noventa, cuando se fraccionó Yugoslavia, y eso los llenó de patriotismo y también forjó el carácter de esta generación que hoy le da felicidad a los cuatro millones de habitantes de su joven nación, la cual tiene una extensión de un poco más de la mitad de Guatemala.

Los croatas llegaron de puntillas al Mundial y casi todos creímos que tendrían que fajarse contra Islandia y Nigeria para aspirar al segundo lugar, detrás de Argentina. Pero el equipo ajedrezado superó sin mayores problemas a los africanos y luego apabulló a Messi y sus amigos con un 3-0 incontestable que obligó al mundo a voltear a ver al conjunto balcánico. La victoria contra Islandia fue sobre la hora, pero cuando ya tenían la clasificación en la mano.

En Octavos vencieron a Dinamarca en penales, la misma fórmula sirvió para ganarle en Cuartos a Rusia y en las Semifinales no llegaron a los tiros desde los once metros, pero sí tuvieron que jugar tiempos suplementarios para dejar fuera a Inglaterra. Fue una seguidilla de momentos alegres, pero a la par de tres encuentros con treinta minutos adicionales que, en la práctica, significa que Croacia jugó un partido más que Francia, que todo lo resolvió en los noventa minutos.

Surge entonces la capacidad física de los croatas, a la par de la fortaleza mental, porque no es sencillo jugarse la vida en los tiempos extras o en los penales y hacerlo tres veces seguidas habla de un equipo bien preparado en todas las facetas.

Todo esto describe al grupo, pero también hay jugadores de enorme valía que le dan el soporte en lo futbolístico, partiendo del guardameta Danijel Subasic, que transmite seguridad, ataja penales y juega lesionado; suficiente garantía para la custodia del marco croata.

La pareja de centrales conformada por Dejan Lovren y Domagoj Vida ha sacado la tarea con eficiencia y a este último hasta le ha alcanzado para sumarse al ataque y convertir. Lo mejor de Croacia, sin embargo, está en su medio campo, el cual es sólido con cinco hombres que igual marcan, cortan, distribuyen, generan, acompañan y anotan. Luka Modric es el motor croata, pero sus escuderos Iván Rakitic y Marcelo Brozovic aportan mucho, al igual que los jugadores que actúan pegados a las bandas, Ante Rebic e Iván Perisic, cuya función principal es tapar la salida de los laterales contrarios y desdoblarse para asistir al único punta, Súper Mario Mandzukic.

Es un equipo muy equilibrado, que llega a la Final con merecimiento absoluto y con la convicción de que “sí se puede”.

La moneda está en el aire, es probable que en el análisis frío Francia aparezca como favorito, pero Croacia, aunque más cansado que su adversario, llega con un ánimo exuberante y sin ninguna presión, porque -aunque quieren la corona y saben que la oportunidad quizá sea irrepetible- también comprenden que son el equipo sorpresa, el que tumbó gigantes y en el proceso se ganó las simpatías del mundo y el que, aún si llega a perder la Final, ya se ha ganado el reconocimiento de la afición de todo el planeta que hoy le apoya y le aplaude.

Fotografía: FIFA.com

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