El Reglamento de Competencia de la Liga Nacional ordena que los contratos que los clubes presenten ante la entidad deben tener una cláusula de rescisión.
El objetivo es que si un equipo decide ponerle fin a la relación con un jugador o un técnico, sabrá cuánto tendrá que pagarle por separarlo antes de tiempo, y si un futbolista o entrenador quiere marcharse sin haber cumplido el contrato, también tendrá en blanco y negro la cantidad exacta para recobrar su libertad.
Es evidente que esto no se cumplió a cabalidad con los contratos de Sanarate y eso es lo que provocó el estira y encoge de los últimos días por dos jugadores que recibieron mejores ofertas, pero nadie tiene la cifra que debe pagar para romper el lazo que lo une con el equipo celeste.
Pero también existen casos totalmente a la inversa, en los que se pacta un monto astronómico que prolonga una relación laboral solamente porque es impagable, tal y como sucede con Ronald González, ya que de otra manera no habría durado tanto en su cargo.
Queda esto de experiencia para que todos incluyan la cantidad que hay que pagar para rescindir un contrato, pero la cifra debe ser acordada con inteligencia y sensatez.
Esta nota de Opinión también fue publicada en la sección de Deportes de Nuestro Diario el miércoles 17 de enero.