Hay técnicos que afirman que en sus equipos no hay titulares ni suplentes, debido a que todos tienen las mismas capacidades para sacar adelante un partido.
Eso sí, cuando los resultados no llegan lo que escuchamos es que ellos no armaron el equipo o lo difícil que es conjuntar a los jugadores, porque en la práctica estos deben jugar de memoria, con movimientos coordinados tanto en defensa como en ataque, los desdobles, los repliegues, los cierres, los relevos, los cambios de frente, atacar el espacio, cambios de ritmo y una larga lista de cosas que se deben poner en práctica en la cancha, lo que se resume en la palabra automatización, que no es más que cada quien sabe que hacer en su demarcación y lo cumple al unísono con las labores propias de cada uno de sus compañeros.
Lo anterior es imposible cuando, con el afán de quedar bien con todos, los entrenadores con plantillas grandes hacen las famosas rotaciones que permiten ver individualidades con distinto ritmo, que no comprenden los movimientos de los demás y que hacen naufragar el juego colectivo.
Un técnico con conocimiento y personalidad sabe elegir a sus once titulares y le hace ver a los demás que son suplentes.
Este artículo también fue publicado en la sección de Deportes de Nuestro Diario el miércoles 14 de abril.