Londres, 11 Jul 2020 (AFP) – Desde que marcó su tanto número 100 en la Premier League inglesa el pasado sábado contra el Crystal Palace, Jamie Vardy pertenece a la aristocracia de los atacantes del campeonato. Pero a sus 33 años, sigue siendo ese jugador de orígenes modestos, forjado en las divisiones inferiores.
«Me esforzaré siempre al 100% y no dejaré nunca de correr», prometió en 2012 a sus llegada al Leicester.
El domingo, contra el Bournemouth (19º) en la 35ª jornada de la Premier League, Vardy estará ahí como uno más para presionar, correr y tratar de ayudar al Leicester (4º) a estar en la próxima Liga de Campeones.
A una edad en la que algunos comienzan ya a plantearse una retirada, Vardy podría ganar su primer título de máximo goleador de la temporada inglesa. Después de 34 jornadas lleva 22 tantos y tiene una ventaja de dos respecto al segundo, el gabonés Pierre-Emerick Aubameyang (Arsenal), que lleva 20.
En los ‘Foxes’, Vardy encontró el club de su vida. Una formación destinada a hacer de ‘aguafiestas’ a los grandes y a desafiar incluso su hegemonía.
El Leicester estaba en la Championship (2ª división) cuando fue a buscar a Vardy, que militaba en el Fleetwood Town. Pagó entonces por él un millón de libras (1,1 millones de euros, 1,24 millones de dólares), lo nunca visto por un jugador de la quinta división inglesa.
Tres años antes, Vardy jugaba incluso dos categorías más abajo, en Stocksbridge Park Steels, un nombre ligado a la zona minera del sur de Yorkshire, de donde es originario.
– Pulsera electrónica –
Con 16 años, Vardy se había unido al centro formador del Sheffield Wednesday, el club de sus amores. Dividía entonces el tiempo entre los terrenos de juego y largas jornadas de doce horas en una fábrica de prótesis.
Sin llegar a ser un ‘bad boy’, Vardy tiene alguna historia oscura en su historial, como una pelea a la salida de un bar en 2007, por la que tuvo que jugar seis meses con una pulsera electrónica y únicamente sesenta minutos en sus partidos como visitante, para respetar el control judicial.
Aunque hoy tiene un modo de vida que parece irreprochable, con hasta una habitación de crioterapia en su casa para una mejor recuperación física, le ha llevado tiempo superar ciertos hábitos incompatibles con el deporte de élite.
En su autobiografía, publicada en 2016, contó cómo, poco después de su llegada al Leicester, el médico del club, sorprendido por una lesión que tardaba en curarse, descubrió que consumía muy regularmente vodka, en el cual fundía pequeños caramelos.
En el campo, por contra, rindió pronto al máximo nivel y fue clave en el ascenso a la Premier League en 2014 con el Leicester y en el posterior e increíble título de 2016, a las órdenes de Claudio Ranieri, para perplejidad de Manchester City, Liverpool y de todo el planeta fútbol.
Ese año quedó a apenas un gol del título de máximo anotador del campeonato inglés, debido en gran medida a un penal fallado contra el Everton en la 37ª y penúltima jornada.
– Fiel al club –
«Si lo hubiera marcado habría sido también el máximo anotador, pero lo envié a la grada. Nunca he vuelto a pensar en eso», aseguró en una entrevista a The Athletic.
Si Vardy corre mucho, no es por los honores personales ni por el dinero.
En 2016 rechazó una suculenta oferta del Arsenal, que estaba dispuesto a pagar 20 millones de libras (22 millones de euros, 24,8 millones de dólares) por el traspaso. Compañeros de entonces en el Leicester como Riyad Mahrez, N’Golo Kanté o Danny Drinkwater sí que decidieron abandonar el club hacia destinos de más relumbrón.
Vardy es «la prueba de que se puede decidir quedarte y continuar progresando», resume su entrenador, Brendan Rodgers.
En seis temporadas y 206 partidos, Vardy se ha autoinvitado al club de los 28 goleadores ‘centenarios’.
Con 102 dianas en su liga (34 de ellas ante equipos del ‘Big 6’), sus víctimas preferidas han sido el Liverpool (7) y el Arsenal (10).
Tiene contrato hasta 2022 y entonces tendrá 35 años. Toda una vida.