La semana pasada valoré el esfuerzo realizado por los patojos de la Sub-17, pero también dije que Guatemala está varios peldaños debajo de los grandes de la Concacaf, algo que no queremos entender y nos dejamos engatusar con las declaraciones de los técnicos de turno, que repiten que han tenido que ver a cientos de jugadores, pero callan sobre el verdadero problema: la mala fundamentación de nuestros futbolistas.

Con los millones de dólares que a lo largo de los últimos años ha recibido la Federación, debiéramos tener al menos cinco complejos en distintas regiones del país, con no menos de diez canchas cada uno, con medidas reglamentarias y también de dimensiones menores para los niños, y varios técnicos formadores que enseñen a los patojos el control del balón, la conducción, el pase corto y largo, los centros, el remate de distintas distancias, el cabezazo defensivo y ofensivo, la forma correcta de correr hacia adelante y hacia atrás, cosas elementales que debieran dominar a la perfección a los doce años.

Pero eso no está en ningún plan, y el fracaso de la Sub-17 se suma a todos los demás y nos quedamos contentos porque de vez en cuando podemos celebrar más de algún chiripazo.

Esta nota de opinión también fue publicada en la sección de Deportes de Nuestro Diario el miércoles 1 de marzo.