Johannesburgo, 11 Jun 2020 (AFP) – Concierto de vuvuzelas, gol de Siphiwe Tshabalala y en todos los sitios el «Waka Waka»: así comenzaba el primer Mundial de fútbol en el continente africano, el 11 de junio de 2010. Diez años después, la herencia de la competición está contrastada en Sudáfrica.
«Fue un momento mítico, no solo para mí, sino también para los sudafricanos, el continente y el mundo», comenta Tshabalala, preguntado sobre su gol frente a México, en el partido inaugural, el 11 de junio de 2010.
«Estoy también orgulloso de haber, de una manera o de otra, entrado en la vida de la gente (…) Los hice felices, los uní, marcando este gol», estima el centrocampista, citado por el diario sudafricano The Times.
Si los Bafana Bafana (apodo de la selección sudafricana) se convirtieron en los primeros organizadores de un Mundial en ser eliminados en la fase grupos, el fútbol se enraizó pese a todo en el país de los Springboks.
– Liga estabilizada, estadios llenos –
Creada en 1996, el campeonato nacional alcanzó su velocidad de crucero gracias al saneamiento financiero impulsado por el millonario Irvin Khoza, presidente de la liga.
Las 16 formaciones inscritas en la élite sudafricana perciben cada mes 2,5 millones de rands (unos 150.000 dólares). Los vencedores del campeonato y de las tres competiciones anuales de eliminación directa se reparten 34,5 millones de rands (2,08 millones de dólares).
La semana pasada, la Premier Soccer League perdió sin embargo a su principal patrocinador, Absa, que le acompañaba desde 2007, pero que no continuará más allá de la temporada 2019-2020.
A nivel deportivo, los clubes sudafricanos no consiguen brillar fuera de sus fronteras. Desde 1996, solo los Mamelodi Sundowns ganaron (en 2016) la Liga de Campeones de África, el más prestigioso trofeo de clubes en el continente.
Eso no impide a los aficionados, del fútbol como de otros deportes, ir a los estadios. Contrariamente a otros organizadores, Sudáfrica supo reconvertir eficazmente la mayoría de los diez estadios donde se jugó el Mundial en 2010.
«Los estadios albergan partidos de fútbol, de rugby, conciertos y eventos religiosos», explicó en 2018 Tex Riba, un experto de la comercialización de los recintos sudafricanos.
«Disponen de salas de conferencias y de anfiteatros que pueden ser alquilados por empresas», añadió en la revista Business Media.
La única excepción a la regla: el Sport Palace de Rustenburg (noreste), cuyas 45.000 plazas cuesta llenarlas desde el descenso, la venta y la mudanza de los Platinum Stars, el club que jugaba en ese estadio.
– «Selección de un nivel medio» –
Más próspero a nivel doméstico, el fútbol sudafricano encuentra problemas para exportarse. La selección nacional, su principal vitrina, no llegó a clasificarse a los Mundiales de 2014 y 2018 y no ha levantado la Copa de África desde 1996.
«No comprendo la razón de que la selección tenga un nivel medio, cuando el campeonato nacional es uno de los mejores de África», se asombró en 2019 el exdelantero camerunés del FC Barcelona Samuel Eto’o.
La respuesta se encuentra tal vez en Europa: entre los cinco grandes campeonatos del continente europeo, solo la Ligue 1 francesa tiene jugadores sudafricanos.
En ausencia de figuras, como Steven Pienaar (exjugador de Tottenham y Everton) o Benni McCarthy (Ajax Amsterdam y Oporto) lo fueron, los Bafana Bafana no seducen.
En los partidos internacionales, la afluencia alcanza unos 5.000 espectadores, frente a los 90.000 en un partido de preparación al Mundial-2010 contra Colombia.
Y tampoco anda mucho mejor la federación de fútbol, envuelta en luchas internas. La omnipotencia de su presidente Danny Jordaan es criticada por el exdirector general de la Safa, Dennis Mumble.
Pero eso no afecta al optimismo de Jordaan, que se felicitó el miércoles, en un comunicado de la Safa, de un Mundial de 2010 «sin fallos».
En este contexto complicado, los próximos capítulos de la historia de la selección serán tal vez escritos por las mujeres: en 2019, las Banyana Banyana participaron en Francia en su primer Mundial.
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